martes, 21 de febrero de 2012

Un templario en Uganda y Ruanda

Viaje por Uganda y Ruanda
Fue una experiencia vivida entre el 3 y el 31 de Agosto 2007 en África, el continente que admiro y en el que he vivido algunos años. No quiero referirme a algunos de los países que he visitado en este maravilloso continente: Marruecos, Argelia, Egipto o cualquier país del Magreb. Esta vez no fue por tierras de Costa de Marfil, ni de Malí o Burquina, el Camerún o la Nigeria, Tampoco por el Senegal, ni Kenia, ni mucho menos mi queridísima Guinea Ecuatorial. Ni la admirable e histórica Etiopia. Estas tres semanas las disfruté viajando por Uganda y Ruanda, países que nunca había visitado y cuya fauna tenia el deseo de ver, aprovechando las por el momento aceptables situaciones política y de seguridad.Los vuelos fueron algo largos ya que partía de Ibiza y debía utilizar la ruta de British Airways, para mi el mejor transportista para situarme en Entebbe, aeropuerto de Kampala, capital de Uganda, Así que una hora a Madrid, tres horas a Londres y ocho horas y media a Entebbe con las consiguientes horas de transito en los aeropuertos, me situaron en Uganda con algo de cansancio.No me sorprendió grandemente la primera visión que a través de sus aeropuertos y vistas de la capital pude apreciar del país. Hay una cierta homogeneidad con otros muchos países africanos del continente. Tanto el aeropuerto y ciudad de Entebber, la ciudad de Kampala como la capital de Ruanda, Kigali, los poblados, aldeas, ciudades y en general el tipo de vegetación y suelo, los vestidos y comportamientos de las personas que durante todo el itinerario por lugares no turisticos realizamos,me sugirieron el África profunda como otros paises de este, oeste y centro Africa. Con sorpresa, varios días después al atravesar la frontera con Ruanda nos mostraron un ejemplar del "Daily Monitor" del 21 de Agosto en que unos cuantos del grupo, entre los que yo me contaba, salíamos fotografiados en las "boda boda", recorriendo Kampala. Seguramente debió ser por lo inusitado de ver un grupo de blancos todos en moto, recorriendo Kampala sorteando la caótica circulación. Los boda boda son en este país un medio de transporte de moto- taxi. Es frecuente ver como trasportan la persona la mayoría de las veces cargada con innumerables bultos mayores que la propia moto.Como pinceladas e ideas del viaje, debo resaltar que no fueron los largos caminos de tierra recorridos con nuestro inseparable camión, sin aire acondicionado, pero bien pertrechado de todo lo necesario para acampar y alimentarnos, caminos embarrados por la lluvia muy frecuente en el que a cada instante y en cada curva o pendiente derrapábamos peligrosamente y que de no ser por la pericia de nuestro excelente conductor ugandés hubiéramos corrido serio peligro en muchas ocasiones. No menos de cinco ocasiones tuvimos peligro de volcar y hubo que realizar serios esfuerzos para salir del atolladero, en muchas ocasiones con la ayuda y la fuerza bruta de los pobladores de la aldea más cercana.Me quedan de impresión, los gritos de los hipopótamos en las oscuras noches de acampada a las orillas de los lagos que visitamos: el lago Alberto, el lago Victoria, el lago Edward... Oíamos el grito y las que creíamos cercanas pisadas que sobresaltaban mi sueño y me hacían aguzar el oído por si se acercaban temiendo arremetieran contra la fragilidad de la tienda. También las acampadas en el territorio de caza de los leones, sin defensa más que la remota, decían probabilidad, de que nos visitaran y atacaran. Pero esto no sucedió, si bien si fueron algunas las horas de intranquilidad que mi condición nerviosa me obligó a velar, hasta que el cansancio me rendía en las manos de la providencia bienhechora. Luego llegaba la mañana y con ella la satisfacción de haber superado una prueba intangible.Me quedan impresiones de algunas de la caminatas por los paisajes de la selva ecuatorial, como el trekking de la garganta del Kiambura, buscando chimpancés, en el que además tuve necesidad de recorrer cabalgando un tronco de ocho o más metros, echado a modo de puente entre las orillas de un torrente en cuyas aguas pululaban los hipopótamos y los cocodrilos entre otras especies menos peligrosas. O el trekking en el en el volcán Muhabura, en Ruanda en las montañas Virunga, atravesando densos bosques de bambú en medio de la niebla, la lluvia, el barro y la densa vegetación, para al fin ver en los árboles, meciéndose, jugueteando y comiendo, cantidad de chimpancés que nos saludaron arrojándonos fruta de la que comían.No conocía hasta este momento el peculiar e insólito sonido de las ranas de estos lagos, que a miles, en la noche sus gritos asemejan el tintineo como de de campanillas, que estuviesen pendientes en los árboles y fuesen mecidas por el viento.No hubo nada especial sobre el uso del Malarone y de Relec, para temperar el peligro del paludismo que en tantas otras ocasiones he sufrido, como precio por mi amor a África. Tengo que decir que tanto Ruanda como Uganda no son de los de mayor densidad de mosquitos y por lo tanto, son menos peligrosos en este aspecto, que otros muchos de África. En este viaje no tuve ninguna señal de paludismo.Quedan en mi recuerdo las maravillosas vistas de las cataratas de Murchison en el Nilo Victoria, catalogada como la más poderosa caída de agua de la tierra.Los lagos tan grandiosos y bellos en que no se divisan las orillas opuestas como el lago Victoria, de una extensión similar a Suiza. Las pléyades de inmensos cocodrilos, a la espera astuta en las orillas, los búfalos salvajes, las jirafas de andares cadenciosos, las gacelas, los elefantes y los leones....Y como no acordarme de la maravillosas islas Sesse en el lago Victoria a donde navegamos y pasamos dos días recorriendo sus playas y sendas, mientras disfrutábamos de la hospitalidad de su lodge y admirábamos la riqueza numero y diversidad de sus pájaros y aves.Impresiones de los amaneceres grandiosos como el paisaje, de miles de colores y formas y los atardeceres, por no decir de las noches con un cielo esplendoroso, sin ninguna contaminación, encendido todo de estrellas.Animaron mi viaje las historias de los rangers de los parques nacionales, su experiencia para encontrar los lugares donde están los diversos grupos de fieras, el comportamiento a seguir, etc.Los abundantes desayunos tempranísimos y nocturnos, cuando aun la selva no ha despertado, para aprovechar bien la luz solar; desayunos que nuestro cocinero local nos preparaba a la vera del camión mientras recogíamos los sacos de dormir y las tiendas de acampada.Pero la más grande experiencia, la que considero mayor satisfacción en este viaje, fue la búsqueda y encuentro con una familia de veinticinco gorilas, en las montañas de la Luna en Ruanda. Desde que nos dejaron los transportes por la imposibilidad de seguir, fueron más de dos horas de caminar ascendiendo, entre las nieblas por la tupida vegetación, que los rangers que nos acompañaban iban abriendo a golpe de machete y bajo la atenta dirección del guía. Localizamos el grupo a una altitud de tres mil doscientos metros. La excitación, inquietud y el miedo fueron al principio, pero luego ante la visión del espectáculo de los grades machos comiendo pacíficamente de la vegetación y de las hembras retozando con sus juguetones pequeños, una sensación de paz y felicidad me envolvió ente este espectáculo que muy pocos seres humanos han podido vivir en directo. A veces el suelo retumbaba bajo nuestros pies con el caminar de los jefes, los espaldas plateadas soberbias moles de más de dos metros de altura, que impresionaban no solo por su fortaleza sino por sus gruñidos y el golpearse el pecho con los puños de sus manos. Permanecíamos quietos sintiéndonos rodeados y observados por ellos, mirándolos nosotros pero siguiendo las instrucciones que nos habían dado, en silencio total, actitud recogida y sumisa y sin mirarlos a los ojos.Hoy solo se contabilizan entre Ruanda y el Congo 700 ejemplares de gorilas de montaña. Los machos se llaman de "espalda plateada" por el resplandor parecido a este metal, que reflejan a la luz en sus espaldas. Sólo pueden vivir en todo el mundo, en este hábitat que hay en los volcanes en la frontera entre el Congo y Ruanda. Es una especie muy protegida y al contrario de lo que se piensa si se observa una actitud sumisa y silenciosa ante ellos, no son peligrosos. Esta experiencia es un sueño hecho realidad. Durante más de una hora estuvimos observándolos, en ocasiones a menos de un metro de alguno de ellos y yo quede personalmente con la satisfacción de haber visto una de las especies de animales, de parecido al ser humano, más bellos y sorprendentes de la tierra. Creo que todos sacamos la impresión de que, el esfuerzo y la constancia en la superación de dificultades y molestias, las maravillas de la naturaleza que pudimos apreciar, junto con la excelente convivencia que represento el compartir experiencias, comidas, acampadas, etc. con el resto del equipo expedicionario, fue también excelente.

Jaime Navas Castellón

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